La industria discográfica podría aprender de Pixar

Por Bob Lefsetz

Luxo Jr. Primer corto de Pixar

Luxo Jr. Primer corto de Pixar

«The Wall Street Journal» castigó a «Wall-E» por sus opiniones anti-corporativas y «The New York Times» citó una falta de feminismo. Lo que demuestra que si escuchas a los críticos, estás jodido. Porque Pixar tiene un record perfecto, diez de  diez. En un negocio donde supuestamente nadie sabe nada, obviamente John Lasseter y su equipo de Pixar algo saben.

Me gusta «Wall-E». Pero pienso que la mejor película del siglo veinte es «Buscando a Nemo». No es la mejor película animada,  es la mejor película, punto. Tenes miedo, alegría e inclusive un viaje de LSD (¿de que otra manera llamas esa aventura en la  corriente?) Y aunque la imaginería es deslumbrante, es la historia la que me atrapó. «Buscando a Nemo» puede que sea una  caricatura, pero es positivamente humana, cautivante. Está genial hacer volar cosas en la pantalla, pero no se te pega, no te  obsesiona. Las películas de Pixar te obsesionan.

En un artículo hay una cita de Ed Catmull, uno de los fundadores de Pixar:

«El poder creativo en una película tiene que residir en el liderazgo creativo de la película. Por más obvio que parezca, no pasa en muchas compañías de la industria cinematográfica y, yo sospecho, tampoco pasa en muchas otras.»

Las corporaciones están manejadas por MBAs. Las corporaciones están regidas por las cifras. No se pueden tomar riesgos, el  balance debe ser protegido. Los álbumes deben salir en el cuarto trimestre. Pasá una fecha límite y la ganancia anual está  jodida.

Durante la era dorada de la música, los actos tenían el control. Grababan los álbumes en un estudio que ellos habían elegido y entregaban el producto terminado. ¿Estaba todo bien? Por supuesto que no. Pero cuando a los artistas le salía bien, el  público quedaba embelesado con la aventura. En vez de preocuparse por crear singles de tres minutos, The Who hizo una opera  rock completa. Puede ser curioso hoy en día, pero fue revolucionario en aquel entonces.

John Lasseter perdió su trabajo en Disney en 1986. Fue despedido por un animador de la vieja escuela quien dijo que no había  futuro en la animación por computadora. Igual que no hay futuro en la música digital.

Toy Story

Toy Story

Lasseter durmió debajo de su escritorio, y una década después entregó el primer éxito de Pixar, «Toy Story».

La animación por computadora era una novedad deliciosa, pero lo que hizo que esa película fuera exitosa fue su dimensionalidad triple, no en las imágenes, sino en los personajes. No eran todos buenos o malos, la vida era complicada.

Con el éxito de Pixar vinieron varios imitadores. Algunos de ellos exitosos financieramente. Pero a pesar de haber sido creada en computadoras, estas nimiedades son solo eso, no se le pegan a los huesos de los que la ven, te vas del cine y te la olvidas. En otras palabras, en las películas de Pixar lo que importa es la historia. No son las imágenes, sino el contenido cerebral.

John Lasseter ahora dirige Disney Animation, de la misma forma que Steve Jobs, el dueño de Pixar durante su explosión comercial, dirige Apple una vez más. Ambos fueron exiliados, no usaban traje, no jugaban según las reglas diseñadas. Pero ausentes los dos, sus respectivas corporaciones se hundieron. Regidas por los balances, le faltaba no solo la chispa y lo que las hace especiales, sino también la sustancia.

Un devoto de Apple comprará cualquier cosa de la compañía, a pesar de la cuestionable necesidad de eso.

Lo mismo pasa con Pixar, una vez que te enganchaste, no te vas a perder una película.

Alguna vez el negocio de la música era especialista en esta clase de devoción.

Ya no.

Porque los corporativos le dijeron a los artistas como debía sonar la música, que tratos tenían que hacer, como actuar. Ocasionalmente funciona, pero el público sabe que es falso, hay poca devoción. Entonces un acto puede tener un exitoso single y no vender álbumes. Y a pesar de dominar el Top Cuarenta, nadie quiere ver a estos hacedores de éxitos. El problema no es el  público, el problema es la compañía.

La tecnología ahora le permite a los artistas que lo hagan ellos mismos. Pero hasta ahora, no apareció un benefactor benigno para inyectar dinero hasta que les salga bien. Podes conseguir el efectivo que necesitas para desarrollarte, Pixar necesitó millones, pero no te van a alentar a que sigas tu sueño, sino a que entregues… algo exitoso, que haga llover monedas.

Los actos que se sostienen entregan algo más que éxitos. Su música nos toca, nos hace sentir humanos, nos estimula a explorar  nuestras decisiones, nuestro camino futuro. La magia es difícil de decodificar, e incluso más difícil de crear, entonces las  compañías de hoy dejaron de intentarlo. Es mejor tener un acto que se vea bien trabajando con Timbaland y conseguir una ventaja.

Seguro, un artista considera la comercialidad. Pero él no sacrifica su identidad, su musa, por perseguir el dinero. Un gran artista no dice más que si. Un gran artista está respaldado por su música, no por su marketing. Un gran artista desea arriesgarse. Un gran artista no se rinde cuando él choca una barrera. Y a los grandes artistas a menudo les lleva años triunfar. En vez de poner todas tus esperanzas y sueños en apenas púberes, es mejor desarrollar el talento, Apostar y apoyar los actos de uno.

Pero eso es demasiado arriesgado.

Pero el camino de hoy es demasiado arriesgado. Reinventar la rueda en cada lanzamiento. Mariah Carey retrasa el lanzamiento de su álbum cuando su single no funciona. Si crees en tu proyecto, no tenes que hacerle ajustes, no tenes que rehacerlo. Vos sos el arbitro final, no un trajeado de una compañía.

Yo estoy esperando ansiosamente el siguiente lanzamiento de Pixar.

Antes yo esperaba los nuevos lanzamientos de los músicos conteniendo la respiración.

Esos días se acabaron.

Fuente: The Lefsetz Letter.

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